sábado, mayo 31, 2008

OCTAVO TRANCO


Ahora mismo entro en un terreno que está entre el pasado y el futuro. Hasta las últimas décadas del siglo pasado, lo que cambiaba en la ciencia, en la investigación científica e incluso en la cultura era en el fondo la relación con el espacio y el tiempo: restringíamos tanto el espacio como el tiempo. Lo que emerge hoy es algo completamente distinto: la investigación científica no se concentra solamente en la energía y el transporte, en la velocidad y la información, sino también en la información como invención humana que ya está dentro de nosotros, aunque debemos perfeccionarla. El descubrimiento del genoma nos permite indagar el pasado, incluso el más lejano; del futuro, sin embargo, conocemos muchas cosas, pero no sabemos nada sobre cómo viviremos.

Una de las raíces de la incertidumbre está, quizá, en la separación de no saber todo sobre el ayer y nada sobre el mañana. Hemos entrado en la ciencia de la vida y la muerte; una ciencia cada vez menos controlable por el sistema normativo de las leyes y las normas procedimentales. La gran cantidad de dinero que se mueve en ese ámbito puede crear laboratorios en cualquier parte del mundo, fuera de todo control. Entramos en una fase donde se difumina la idea normativa misma.

Ante tales incertidumbres, la única certeza es que, dentro de miles de años, el ser humano ya no estará o será otra cosa, y no tengo ni idea qué pueda ser: tengo esa angustia en mi optimismo de fondo. Y ahora me pregunto: si frente a la norma, en la que hemos creído siempre; si la norma no basta ya, y si con mi razón no consigo establecer los límites de la investigación... ¿hay alguna posibilidad para la ética? Si las leyes vacilan, ¿no pasará igual con los principios? No pienso en los principios dogmáticos, lo que yo planteo es mirar conjuntamente el presente y el futuro, a lo contingente y a la convivencia.

Pido que debemos ser responsables, porque la responsabilidad siempre es lo más importante. No sólo con relación a la investigación sino con respecto a la paz y a las crecientes desigualdades. Yo no creo saber cómo se resuelven estos problemas, pero tengo la responsabilidad de afrontarlos.