viernes, mayo 30, 2008

NOVENO TRANCO


El problema del saber –también el saber tiene un problema profundo-- no es tanto que mucha gente no sabe, sino el hecho de que cuando se busca formar a cualquiera, cuando el Estado o la comunidad busca formar a la gente, resulta que quienes se forma ya están formados y aquellos que no lo están, no se conseguirá formarles. Para ser formados, para poder recibir esa ayuda es preciso “tener”: haber nacido en el lugar preciso y en el momento adecuado.

Nadie se ocupa lo suficiente de mejorar la condición de los que están peor; nadie se interesa por la pobreza absoluta. Yo siempre pensé, incluso en los momentos difíciles, ser un privilegiado porque he tenido todas las oportunidades.

La escuela es el instrumento, en el campo del saber, que debería compensar y disminuir la desigualdad. Sin embargo, ya en la enseñanza vemos cómo se construye una dramática desigualdad: quien cuenta con una titulación de estudios tiene un lugar, en caso contrario está fuera. Veo la desigualdad como un peligro que nos afecta a todos: ¿cómo se puede afrontar? Por ejemplo, se puede ocupar de la formación de las mujeres en los países más atrasados.

Todos pudimos advertir muy agudamente la desigualdad el 11 de Setiembre con el ataque a las torres gemelas. En aquel momento, algunos, en varias partes del planeta, pensaron –yo no estuve de acuerdo-- que era una justa reparación en su confrontación con la superioridad americana. Este es un pensamiento de quien se siente que está debajo y no puede salir de ahí: no es tanto la diferencia material como la sensación de que estoy solo a la hora de determinar mi futuro y no puedo salir de dicha situación. Esta forma de sentir es el elemento más dramático de la desigualdad.